Va con un poco de retraso, pero va.
El pasado día 15 (creo) estuvimos volteando la tierra que está junto a la valla del huerto, por la parte delantera, con el objeto de prepararla para plantar ajos y más especies vegetales. El plantar ajos es para que las niñas/os (bueno, estoy hasta el gorro de lo masculino y lo femenino a la hora de escribir sobre algo que es para los dos géneros por lo que desde ahora, voy a poner masculino pero entendiéndose que es para ambos sexos) vayan entrando en contacto con las plantas comestibles, medicinales y ornamentales.
El día se presentó soleado, diáfano y con una buena helada que invitaba a trabajar de inmediato, lo cual hicimos Ángel, Pilar, Cristina y yo. Ángel nos iba explicando cómo los gusanos preparan la tierra que nosotros levantábamos en esos momentos. La verdad es que se estaba a gusto.
En otra parte del huerto, fuimos poniendo en capas los trozos de hierba, que íbamos sacando boca abajo, de triturado y de excrementos de oveja para obtener suelo fértil.
Hacia la 1:30h se acordó que había traído unos tomates de su cosecha para que los probásemos. ¡Qué deciros! Estaban buenos, buenos, buenos… y a esas horas más.